Como preveo que dentro de poco tendré que dirigirme a la humanidad presentándole la más grave exigencia que jamás se le ha hecho, me parece indispensable decir quién soy yo. Yo vivo de mi propio crédito ¿acaso es un mero prejuicio que yo vivo?... Me basta hablar con cualquier persona para convencerme de que yo no vivo... En estas circunstancias existe un deber contra el cual se rebelan en el fondo mis hábitos y más aún ,el orgullo de mis instintos, el deber de decir: ¡Escuchadme! pues yo soy tal y tal ¡Sobre todo no me confundáis con los otros!